Wilma Covarrubias (Tropicana)

"Siento una pena muy honda dentro del alma y quiero ahogarla con vino y caricias de amor"

Abrió la puerta y vio a los dos hombres marcharse. Wilma se sacudió el placer de los brazos y quiso ahogarse en la ducha para borrar las huellas de la fantasía prohibida. Los dos hombres iban ebrios, a duras penas encendieron las luces de la motocicleta y eso la encegueció por segundos, no esperó que emprendieran la marcha, simplemente cerró la puerta y con ello las esperanzas de ser una mejor persona. El nauseabundo olor a mierda invadía el cuarto, parecía que todo había quedado impregnado de ese aire pútrido, sus manos las sintió ásperas y constantemente acercó su piel a la nariz para olfatearse. No era ella, no eran las sábanas, era el alma que ya estaba muerta.  

"Allí quemaron tus alas mariposa equivocada, las luces de Nueva York"

Creció con la Fantasía de Cuquita Martínez, la inspiración de la escritora Zoe Valdés, ello le había hecho creer que el amor al final de cuentas existía. Pero a estas alturas, con su piel marchita y sus treinta y tantos encima, pensaba que ya no había tiempo para ocupar el corazón con boberías. Al fin de cuentas, todo acababa terminando mal, si te enamorabas no te amaban y si te amaban no te enamorabas; así resultaba todo en la vida de Wilma Covarrubias, la cubana que huyó en una balsa a Nueva York en busca de una mejor vida y terminó ejerciendo lo que en el Malecón de la Habana le aportaba grandes frutos: La Prostitución. 

"Amor de Cabaret, que poco a poco me mata"

Una vida sin remedios, perdida, llena de amargura y dolor, así se encontraba la mujer. Encendió un cigarrillo, se recostó de la cama y suspiró. Despues de todo, así funcionaban las cosas en el Tropicana, el parapeto de Bar que pretendía imitar las noches habaneras, de colores y plumas; pero allí faltaba todo, porque todo resultaba gris, hasta las madrugadas habían perdido el corazón. 

Volver a encontrarse consigo misma era pesadilla. Eso era, una cabaretera, de esas que venden el amor al mejor postor. Sin sentimientos ni noblezas, la suerte le había trastocado el destino. Adiós, al morro, a las aguas turbulentas que golpeaban la roca y al cielo embravecido que iluminaba el andar de los visitantes.


"Te dije adiós sintiendo el alma entristecida, con la esperanza ya perdida de este amor que te di"

¡Hasta pronto mi Cuba querida, hasta luego Fidel, Martí, Cienfuegos... que viva el Che!. Wilma arropó las lagrimas con las palmas de la mano, y se recostó al hombro de Juancito, el balsero que guiaba el rumbo de aquellas almas. 

La mujer soltó dos bocanadas de humo, no entendía porque la noche le traía esos recuerdos. Recuerdos del ayer que amargaban su existencia. De algo tenía que llenar sus vacíos, pero la verdad era que esa noche su copa estaba más vacía que un cielo sin estrellas. Miró a su alrededor, recogió las sábanas manchadas de sexo y las arrojó en el cesto de trastos sucios. Los preservativos habían quedado regados en el suelo, los miró con más asco que deseo y los arrojó por la ventana, hundiéndolos en un torbellino de aire que estrelló la pasión contra el suelo. 

"Si me dejas de amar, que terrible tragedia, el mundo cambiará se volverá infernal"

La medianoche se juntó con las ganas de no estar allí ni en ningún lado. Era tiempo de sacudirse el espíritu, sirvió una copa de vino y clavó su mirada en el firmamento. Un hombre de edad avanzada, bajó de un auto negro que se estacionó cerca del Tropicana, caminó apresuradamente virando su rostro hacia atrás, para tener la certeza de que nadie le perseguía. La mujer le abrió la puerta, lo sentó en la cama y le sirvió un vaso de agua. Tres billetes verdes fueron arrojados sobre la cama. Ella se desvistió y le propinó un lenguetazo que lo hizo erizarse. ¿Cuanta más emoción podía tener el sexagenario a estas alturas de la vida?.- se preguntó Wilma.- Seguramente no más que yo.- suspiró.

La boca le supo a mierda, sintió temor, pensaba que el alma se le estaba saliendo. Se rió de si misma y acurrucó los billetes dentro de sus senos. La prostituta se perdió entre el pellejo del anciano, con tantas necesidades encima ya no quedaba tiempo para pensar en sueños y en pasados. La vida era ahora, ni siquiera la inmortalidad del cangrejo le arrojaba una solución. Tenía que conformarse con el color y la denominación de los billetes que le permitían darse lujos y comprarse maquillaje de marca. Mientras su cuerpo se inclinaba, se dijo así misma: Ya no eres una niña Wilma, este amor, tan puro, tan de Cabaret, es lo que tienes, la ventaja es que te pagan por él. 

FIN. 

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África

Suena en el silencio,
más a menudo se siente,
son aquellas palabras que han dejado los seres,
y trascienden entre los chasquidos del fuego.

Siente... es la voz del agua que acaricia el alma,
Escucha el silbato del viento,
ÁFRICA!!! resuena entre mis ancestros.

Los Muertos no están muertos,
aún cuando la maleza suspira
y las hojas sollozan,
ÁFRICA!!! son mis ancestros,
y es la sombra que se alumbra,
la pasión que se espesa.

Miro en la arena, en la palma y en la montaña
voy entendiendo, que los muertos no están bajo la tierra
están dentro de ti,
de la raíz del árbol que da vida,
del trueno que ensordece
del rayo que ciega,
de la luz que oprime
en las multitudes,
en el silencio.

Esta es la voz del viento,
el soplo del ÁFRICA mía,
de mis ancestros muertos
que siguen en pie,
aún no desvanecidos
mi vida es ÁFRICA y no se han ido.

No están Muertos!
Están en la mirada del cazador furtivo
del cascabel que llama,
del verde del bosque
dentro de ti,
dentro de mi,
Son mis ancestros!

África es mi vida,
y en la madera que gime,
en las letras que esbozo,
en la hierba que llora,
en la piedra que golpea, siempre estarás tu.