"Todos somos extranjeros en la Tierra de Dios. Sólo Dios y los representantes de Él, perdonan".
Si hubieras tenido poderes especiales o una capa y un traje de Superman, habrías luchado por los hermanos Faddoul, lo sé. Aprendí a conocer tus sentimientos, tus maneras y tu forma. La nobleza que había en tu corazón no cabía en un solo ser humano. Resulta que los caminos de Dios son misteriosos, tal vez él mismo ya no pueda salvarnos, debemos nosotros obrar para poder llenar este mundo de Paz.
Si por las noticias hubieras conocido la vil manera en que los asesinaron, seguramente habrías llorado en silencio, sin dejarte ver, para que no te viéramos flaquear y nos hiciéramos una imagen de que eras "débil". Pero en el fondo te dolería y hubieras implorado cada día al Dr. José Gregorio Hernández por su salvación.
"No soy nadie ni delante de ustedes ni delante de Dios".
Seguramente te habrías enamorado de aquel niño, de su sonrisa, de sus gestos y su llanto, todo hubiera sido perfecto en él. Lo amarías como nadie en este mundo, porque eso había en cada músculo de tu ser, amor. Seguramente hubieras querido darle su primer baño, pasar tus días de descanso describiéndole el paisaje, haciendo que los perros se convirtieran en caballos y recreando las aventuras más maravillosas. Yo sé que también le hubieras gritado, pero eran tus formas de crear conciencia.
La niña también te gustaría, su pasividad, su silencio, la mirada tan profunda que tiene. Su mundo de hadas y princesas te habría llevado a convertirte en parte de su reino, siendo el héroe de su vida. Al más pequeño, lo habrías llevado sobre tus hombros a cada lado, lo habrías hecho reír y sería tu consentido. Seguro estarías orgulloso de los logros y triste por las derrotas; esas por las que no pudiste hacer nada.
Seguirías adoptando perros y a cada uno los llamarías de distintas maneras. Y todos te reconocerían como el líder de la manada. La verdad es que nunca hubieras dejado de luchar, habrías hecho lo imposible porque nada dañara el mundo perfecto que construiste.
No bajarías la cabeza como en aquella ocasión, que te sentiste impotente y avergonzado. Ella ya era una mujer y lo entendía o trataba de hacerlo. No quisiste dejarla sola, lo sé. Fui testigo de tus noches de tristeza y de tu llanto por no tenerte, pero entiende que igual la amaste, que fuiste su primer amor y que más allá, en el mundo etéreo, lo sigues siendo.
Hay muchas cosas más por las cuales te escribiría; como aquellas veces en las que jugabas con tu mano, poseyéndola como una tarántula y aterrorizando a tus enemigos.
No te preocupes, el Guerrero siempre tendrá quien le escriba.
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