A mi musa inspiradora.
Mi Adorado Tormento. Todo parece que me ha dado por extrañarte. Hay cosas que sencillamente no puedo decirte mirando a la cara, porque me distraigo con la hermosura de tu belleza. Me divierto admirando la línea que recorre tus labios gruesos y malévolamente seductores. Tus labios pecaminosos, carnales y diabólicos.
Me abstraigo mirando tus ojos, recordando esa extraña costumbre que tienes de marchitarlos a la luz del sol, sólo para que te cambien de color. Tus ojos de niña tímida y ensimismada. Toda tú eres una contradicción llena de delicados y toscos detalles. Actúas como una desenfadada Amazonas, pero a la vez eres la encarnación de la bella Afrodita. Mi ninfa colorada, mi musa inspiradora. Así eres tú, perversa y milagrosa a la vez.
Añoro esos abrazos que nunca nos dimos. Y debo confesar, que muy a pesar de lo que irradias cuando te maquillas, lo detesto. Odio tu maquillaje, porque te hace parecer más altiva, más independiente y glamorosa. Y yo no te quiero así, te anhelo con tu cara lavada, con tu sencillez de mujer, porque así puedo protegerte y llenarme de ti. Soy egoísta, lo sé. Vivo por ti, por tus caderas y tus largas y delgadas piernas.
No recuerdo el aroma de tu perfume, nunca te importó cubrirte de jazmines u orquídeas. Simplemente así eres. Mi beldad incesante, deja que te cuente el mundo que ven mis ojos, este que te relato con aquellas palabras que se dicen, para no decir amor.
Me ha dado por extrañarte. En estas líneas, quiero homenajear esos detalles, esa voluminosidad de sentires que hay en tu piel. Tus manos, con tus largos y delgados dedos. Esas que tienen la capacidad de metamorfosearse. Así eres tú, una virgen con rostro de porcelana. Una niña desprotegida, hilvanando sueños bajo la lluvia mientras pierde su antifaz de mujer devoradora de hombres.
Sumergida en la pureza del agua, puedes ser tu. Con tus largos y finos cabellos destilando deseos y alucinaciones de ardiente pasión. Divina mujer, vino que embriaga los pálpitos de mi corazón. Así eres, una sirena que hipnotiza marinos con cánticos angélicos. Vampírica ilusión que nubla mis noches en extasis maldito.
Mordido por el áspid del encanto me has dejado, idolatrando tu estirpe. Reencarnación del tintín de los deseos, que exaltan los sentires al paso del amante cautivo. Debo confesarlo, hay condenas que se ansían. Estoy contigo, envuelto en espirales de místico curso. Mi amor oculto, que todo lo abarcas en la unidad del alma, luz radiante y tiniebla oscura, la vida escondida que vibra en cada átomo, mi lindeza incesante, me has dado todo y todo me lo has quitado.
Mi adorado tormento, es tu día. La naciente diosa se bendice por la gracia de la providencia. No te olvides que más allá de los avatares del tiempo y de los recuerdos que se han empacado, persiste nuestro encuentro.
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