Azazel el Ángel de la Lujuria. Capítulo III: Pandemonium

I La Expulsión.

Tan sin temor, se sentía el cazador.
Crápula la sensación,
el Sacrílego cantor, dejaba notas de dolor.
No dejó vestigio de su estancia,
Se fue del Paraíso y no tenía la Gracia.


Naamá, era una bella mujer que había escapado del Edén luego de rechazar los favores sexuales de Adán. Sedujo a Dios y obtuvo sus alas, las cuales utilizó para salir del Paraíso. Pronunció el nombre oculto del Todopoderoso mientas surcaba los cielos, ofensa que había perturbado al Supremo, más que el desafío de no cumplir con las leyes olímpicas; por lo que había emprendido una persecución en su contra con el fin de llevarla de regreso al Jardín prometido. 
No obstante, ahora ella se encontraba en estado imperfecto, viviendo entre humanos, en el reino de los vigilantes caídos.


Había llegado a la edad adulta conservando una belleza y sensualidad que arrebataban los sentidos y despertaban los más inimaginales deseos profanos, carnalidad que había utilizado para cautivar a Sammael. Era la prostituta predilecta de Babilonia, concedía favores por doquier, pero su vientre maldito nunca pudo engendrar hijos mortales, había perdido la gracia de la fecundidad. El mar que rodeaba la ciudad había purpureado sus aguas con los abortos demoníacos que emanaban de la cortesana de ángeles.

II El Destierro.

Con el derrotero extraviado,
dejó atrás a su amo,
a causa de oraciones que no ha exclamado.
Rebelde el enemigo de la paz,
tan sin temor ha llagado,
la región del fuego le ha esperado. 



Creó, pues Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo Creó; hombre y mujer los creó. Después del primer fracaso, el Todopoderoso levantó del polvo el cuerpo de una mujer pelirroja, de cabellos ondulados, alta, delgada y de piel rosada. Le ordenó que fuera mujer de Adán y que se sometiera a sus pretensiones.  
Naamá, no soportaba los desmanes del primer hombre, en su naciente albedrío sentía humillante que Adán le hicera el acto sexual colocándose encima de ella, teniendo el control sobre la penetración. En castigo, se escapaba cada noche hasta los aposentos de Satanael y Lilith, Guardianes del Edén, con quienes copulaba por horas, en carnavales de pasión, lujuria y sodomía.


A su llegada a la tierra, buscó cobijo en el Rey de Gomorra, quien la aceptó sin miramientos como su mesalina durante la Guerra Celestial. Bajo el gobierno de Naamá, la tierra se convirtió en un lupanar al cual acudían los hombres a fornicar con hombres, con cabras, con sus hijas y con sus madres. La degradación moral había embelesido a Sammael, con su semén engendró extrañas criaturas que ejercían de veladores en el valle de la perdición.


III El Infierno.

El ardor de su ira,
enciende convulsiones,
en la flama sangrienta de sus venas,
no sueña ni mira,
se ahoga solo en penas,
deja atrás las ilusiones.



Los que se aferraron a la Palabra de Dios fueron expulsados del reino, castigados con la pudredumbre de la piel y la ceguera de sus ojos. Miles de espinas se clavaban en sus pies al caminar. Los infectos líquidos que vomitaban hacían que se ahogaran en su propia respiración. No llegaba la muerte, pues en aquellos días el alma ostentaba la merced de la eternidad. Su trabajo era el de arrear los màs de dos mil bueyes y búfalos que alimentaban a los hijos del Rey.

IV La Condena 


Humano templo,
sin soberana dueña,
patria de la ingratitud,
vanas quimeras te condenan,
fútiles amoríos te han dejado
no has aprendido del ejemplo,
del perverso ángel que te sueña,
abandona la vida, sé parte de la multitud. 


En los días del Génesis; Sofía, la Diosa, fue expulsada del Edén por Satanael. Condenada al averno, fueron atadas sus manos con cadenas de oro que impedían movimiento alguno. Sus ojos sellados en la oscuridad de la noche y sepultada su alma en una tumba de magma. El Ángel rebelde planeaba emprender un viaje a la tierra, había ganado la guerra celestial, pero su orgullo no podía permitir que los vigilantes caídos gobernaran como reyes en el planeta.


V Regreso al Paraíso

Acrisolando el verso,
Guarda con avaricia su secreto,
la purpúrea alma, se debate,
entre vivir o quedar muerto.


El Unicornio observaba celosamente el manzano a las afueras del Jardín. Satanael caminaba de un lado a otro con desesperación, golpeaba una y otra vez el grácil suelo del Paraíso, el sudor corría por su frente incesantemente. El gruñido espantaba las aves que se perdían en el infinito blanco de las nubes. Armó un ejército de mil ángeles, querubines y súcubos; ya el cielo estaba conquistado, era hora de invadir la tierra y ser Rey absoluto. Sólo una porfía rondaba en sus pensamientos: Perder la divinidad y ser imperfecto.


...CONTINUARÁ ...

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África

Suena en el silencio,
más a menudo se siente,
son aquellas palabras que han dejado los seres,
y trascienden entre los chasquidos del fuego.

Siente... es la voz del agua que acaricia el alma,
Escucha el silbato del viento,
ÁFRICA!!! resuena entre mis ancestros.

Los Muertos no están muertos,
aún cuando la maleza suspira
y las hojas sollozan,
ÁFRICA!!! son mis ancestros,
y es la sombra que se alumbra,
la pasión que se espesa.

Miro en la arena, en la palma y en la montaña
voy entendiendo, que los muertos no están bajo la tierra
están dentro de ti,
de la raíz del árbol que da vida,
del trueno que ensordece
del rayo que ciega,
de la luz que oprime
en las multitudes,
en el silencio.

Esta es la voz del viento,
el soplo del ÁFRICA mía,
de mis ancestros muertos
que siguen en pie,
aún no desvanecidos
mi vida es ÁFRICA y no se han ido.

No están Muertos!
Están en la mirada del cazador furtivo
del cascabel que llama,
del verde del bosque
dentro de ti,
dentro de mi,
Son mis ancestros!

África es mi vida,
y en la madera que gime,
en las letras que esbozo,
en la hierba que llora,
en la piedra que golpea, siempre estarás tu.