Capítulo I: La Enramada


Cauri, la señorial y cálida ciudad, abrigaba entre su lado más oscuro aquella casa rodeada de historias, de fantasmas y de mujeres misteriosas. Cauri, paradójicamente, era el símbolo de la fertilidad y la feminidad, en un pueblo donde las mujeres temían salir embarazadas, porque en aquella tierra, los niños morían antes de llegar al año.

Una ciudad que no se inmutaba ante el paso del tiempo. La segunda más chica de la República y la primera, quizás, en donde los humanos convivían con ángeles y demonios. Sus calles soportaban a diario, el rutinario andar de hombres y mujeres y el mecánico paso de los vehículos. Sus plazas y parques eran vigiladas por monumentos a los grandes Héroes y Reyes que levantaron la comarca en tiempos de la colonia.

Pero Cauri, ciudad de bruma, de secretos y de miradas fúnebres, atesoraba en su seno el centro de fiestas más grande de la región; Una Casona de antaño, con largas columnas y árboles que custodiaban la entrada principal, y en la puerta un diminuto aviso que indicaba:“La Enramada”,un arete que sobresalía en el corazón de la madera y un tapiz adornado con la Luna y el Sol en perfecta armonía, le daban la “Bienvenida” al viajero o al cliente de paso. De esta casa se decían muchas cosas: Se detenía el tiempo, se ganaban amores o se perdía la vida.

La “Enramada” era un sitio místico, mágico, alegre. En ella, se desbordaban las lentejuelas, la escarcha y los perfumes mezclados entre el cigarro y el alcohol. Un sinfín de historias se construían en su interior, un extraño contonear marcaba la hora y una luz, la luz escarlata de la esfera de cristal, hechizaba a mujeres y hombres por igual.

Era la llamada hora del “Ángelus”, pero esto sólo lo sabía Lucrecia.

A su paso, un distinguido caballero se alza el sombrero y le tiende la mano para que suba sin tropiezos los primeros escalones. El vehículo había quedado a escasos metros de la puerta principal, y un concierto particular de sonrisas y tambores se escapaba ante el cadencioso baile de una mujer que ataviada en Rojo Sangre, enroscaba una serpiente en su garganta.

Avanzaron hacia la barra. Sus ropas sobresalían ante el barato desfile de vestidos de flores y camisas arremangadas. Él, era un muchacho de rostro vivaz, alegre y Mujeriego, vestía un bien cortado traje de color azul. Victoria, su acompañante, cubría la mirada con gafas que le abarcaban hasta el pómulo, alta y de contextura delgada, expandía su pecho al ritmo de la respiración. En sus manos, surgían vigorosas tres pulseras doradas.

Su piel, blanca y  de finas facciones, cobraba mayor lucidez al ser adornada con dos ojos azules que asemejaban las límpidas aguas del mar.

Aquellas dos figuras perdidas en el centro del salón eran: Victoria y su gran amigo Aquiles.- Las 7:00 de la noche, hemos esperado lo suficiente como para que nuestra cita ya haya llegado, dijo la chica con tono de preocupación. 

-¡Vaya lugar que has escogido para tu “aventura”!. Yo sé que no debo hacer preguntas inútiles, pero ¿Cómo es que has concebido encontrarte con alguien en un sitio como este?.- Increpó el Joven acompañante. -Mi querido amigo, en la Vida siempre tenemos una cita con Dios, cada segundo que transcurre de nuestra existencia tenemos una cita con nuestro destino… Además, ¿Me vas a decir que tenías algo mejor que hacer que estar aquí?, relájate, de seguro podrás conseguir algo para ti.

El hombre la miró pasmado. .-Ja! ¿Ahora me vas a decir que te encontrarás con Dios aquí?.

Con movimiento seductor, Lucrecia, la que llamaban “La Gitana” bajó del escenario y se acercó hasta los inquietos jóvenes. .-Nunca dude usted de eso, quizás Dios puedo ser Yo.

En el salón había varias parejas bailando. Lucrecia se perfumó con aceite de almizcle, guardó algunos billetes que había obtenido después de danzar y alisó las mangas de su vestido. Victoria encendió un cigarrillo, aspiró el humo… bebió un sorbo del licor que le habían servido  y tiró los lentes sobre la barra.- He venido a que me lean las cartas, he conversado con un viejo amigo y me ha dado algunas recomendaciones sobre usted, le dijo titubeando la chica.

La Gitana la miró sonriente y dijo:  .-Supongo que su amigo es el Periodista. Nunca pudo recuperarse de la muerte de su hijo. Pero algo le advierto: En la “Enramada” siempre ronda la muerte  y el crimen.

La Mujer a la que nadie se atrevía a llamar por su nombre se acercó a Lucrecia. No se sabía muy bien quién era, ni de dónde venía pero le llamaban “La Gran Dama”, los más ancianos decían que ella era la Aluca (Demonio Mujer) misma. 

.-Así vas asustar a los clientes. Yo sólo tengo que decir que en la “Enramada”  sólo hay Bondad, Paz y alegrías. -Descuiden, interrumpió Victoria, las citas siempre son un preámbulo a grandes aventuras… No le temo al destino.

Victoria y Aquiles caminaron guiados por la Gitana. Una mesa cubierta con fino mantel, extraños signos dibujados en la pared y oraciones celtas recitadas por Lucrecia, dieron inicio a la consulta. Un mazo de barajas se extendía sobre la mesa. 

.-Veo que este no será un día perdido. La primera carta que ha salido es la Trece (13); ¡El Arcano de la Muerte!. Victoria miró a Aquiles. No pudo ocultar el temor que le causaba aquella revelación: “El Arcano de la Muerte”. De repente, todo se nubló, había gritos en el salón contiguo y la serpiente emergió arrastrándose por el pasillo. El silenció gobernó en el cuarto, Lucrecia se contoneaba al compás de un ritmo casi imperceptible, tomó a Esmeralda entre sus hombros e hizo sonar campanillas.

.-Que haya salido la carta Número 13, no significa que vas a morir. No “por los momentos”. Jajajjajajajaja.- dijo la Gitana en medio de la risa. 

CONTINUARÁ…

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África

Suena en el silencio,
más a menudo se siente,
son aquellas palabras que han dejado los seres,
y trascienden entre los chasquidos del fuego.

Siente... es la voz del agua que acaricia el alma,
Escucha el silbato del viento,
ÁFRICA!!! resuena entre mis ancestros.

Los Muertos no están muertos,
aún cuando la maleza suspira
y las hojas sollozan,
ÁFRICA!!! son mis ancestros,
y es la sombra que se alumbra,
la pasión que se espesa.

Miro en la arena, en la palma y en la montaña
voy entendiendo, que los muertos no están bajo la tierra
están dentro de ti,
de la raíz del árbol que da vida,
del trueno que ensordece
del rayo que ciega,
de la luz que oprime
en las multitudes,
en el silencio.

Esta es la voz del viento,
el soplo del ÁFRICA mía,
de mis ancestros muertos
que siguen en pie,
aún no desvanecidos
mi vida es ÁFRICA y no se han ido.

No están Muertos!
Están en la mirada del cazador furtivo
del cascabel que llama,
del verde del bosque
dentro de ti,
dentro de mi,
Son mis ancestros!

África es mi vida,
y en la madera que gime,
en las letras que esbozo,
en la hierba que llora,
en la piedra que golpea, siempre estarás tu.