Santurrones de los Últimos Días V.

"La Muerte no es el final".

El día de la Independencia había llegado. Los fuegos artificiales se confundían con el sentimiento de dolor que acompañaba al cortejo fúnebre. En el descapotable que guiaba la marcha mortuoria, se dibujaba la triste figura del avergonzado Obispo, a su lado, no tomaba su mano la inocente Antonella, su llanto era enjugado por aquella mujer que año tras año, se encargó de azotar sus desaliñadas nalgas a través de la mágica ropa de Mormón. No era el dolor lo que apuñalaba sus latidos, era la indignidad de Brenda y la forma en que había decidido poner fin a su vida, desafiando las leyes de Dios. No había aflicción, sino vergüenza. Todo estaba más que claro: El Amor nunca fue suficiente. 

"Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados"

La reina del Bondage llevaba entre sus brazos un ramo de rosas rojas. Su vestido gris y sombrero de medio velo, eran también una oda a la oscuridad del alma. Ella no había elegido ser la dominatriz del Obispo Mormón. Con mucha Fe rezó cada día las Ave Marías y Padre Nuestros que le fueron impuestos en el Catolicismo, se hizo de la bendición del Ángel Moroní, y ofreció sándalo y frutas al Dios Shivá, todo con tal de encontrar la Salvación, pero más pudo la carne. La lujuría era el pecado que carcomía sus entrañas, su vulva estaba henchida de dolor y hambrienta de placer, el semen se había convertido en un infecto líquido que goteaba por su piel y deleitaba su paladar. Sus manos pálidas, como de Serafín, tenían la maldición del látex. Todo había sido culpa de la ropa interior mágica, esa desgracia de algodón que había sido creada para que los Santurrones de los últimos Días no pudieran procrear hijos con el sello del pecado.  

Ahora iba del lado del Obispo, a la luz del sol y a expensas de la mirada de cientos de misioneros. Tan digna como la Prima Dama, pero tan sucia como una prostituta. 

   "A un pequeño número de personas se les negará cualquier parte del cielo y se les enviará a la oscuridad eterna para vivir con Satanás"

El Gobernador, en favor de las enseñanzas y los consejos espirituales que había recibido de una de las familias modelo de la Iglesia, hizo todos los preparativos para que la caravana lúgubre recorriera las calles, en donde los Misioneros rendirían honores, como si de una celebridad se tratara. Algunos se acercaron al féretro y lanzaron rosas blancas; otros, los curiosos y los más tímidos, sólo dedicaron miradas de respeto detrás de los arbustos. Al dar la última vuelta que conducía directo al Cementerio, se escuchó una detonación que espantó las aves que anidaban en la vegetación cercana. 

Fuegos artificiales recordaban que la Nación era libre. 

Otra detonación, y el cuerpo del Obispo convulsionó, del cuello salía un hilo de sangre que ahogaba sus palabras. La mujer, cuyos guantes ya estaban teñidos de rojo, soltó las rosas y emitió un grito desesperado. Inmediatamente, otra detonación destrozó el cráneo del hombre, cuyo tronco cayó, casi como un títere, sobre el regazo de la amante. Ella apartó el cuerpo y trepó sobre la maleta del descapotable. A su alrededor, la gente corría confundida. El auto aceleró por la avenida estrellándose contra la cerca del camposanto. 

Dos misioneros rescataron a la desesperada mujer, mientras que su vestido gris, celebraba varias pinceladas rojas. 

Dios tiene formas misteriosas de iniciar y terminar vidas. El Obispo, había sido reprobado por Jesucristo, en la solemnidad del acto fúnebre por el suicidio de su esposa, se hizo acompañar de la infamia, había visitado el Jardín de la Maldad, no había escapatoria, alguien se encargó de hacer justicia. Sus ojos, llenos de invierno, quedaron sellados. Seguramente, ya habría cruzado el largo camino hacía el Paraíso oscuro. 

"María, reza el rosario por mi mente deshecha". Gritó la Dominatriz.    

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África

Suena en el silencio,
más a menudo se siente,
son aquellas palabras que han dejado los seres,
y trascienden entre los chasquidos del fuego.

Siente... es la voz del agua que acaricia el alma,
Escucha el silbato del viento,
ÁFRICA!!! resuena entre mis ancestros.

Los Muertos no están muertos,
aún cuando la maleza suspira
y las hojas sollozan,
ÁFRICA!!! son mis ancestros,
y es la sombra que se alumbra,
la pasión que se espesa.

Miro en la arena, en la palma y en la montaña
voy entendiendo, que los muertos no están bajo la tierra
están dentro de ti,
de la raíz del árbol que da vida,
del trueno que ensordece
del rayo que ciega,
de la luz que oprime
en las multitudes,
en el silencio.

Esta es la voz del viento,
el soplo del ÁFRICA mía,
de mis ancestros muertos
que siguen en pie,
aún no desvanecidos
mi vida es ÁFRICA y no se han ido.

No están Muertos!
Están en la mirada del cazador furtivo
del cascabel que llama,
del verde del bosque
dentro de ti,
dentro de mi,
Son mis ancestros!

África es mi vida,
y en la madera que gime,
en las letras que esbozo,
en la hierba que llora,
en la piedra que golpea, siempre estarás tu.