MADONNA Y EL UNICORNIO

Cuando Morfeo decidió hacer de las suyas, me encontré rápidamente con el último Unicornio. Era un día gris, que contrastaba con el verde árbol que me arropaba, casi dejándome inmóvil, convertido en humo. Estaba flotando sobre la realidad. Con su paso elegante, caminó hacia mi costado y recostó su pesada cabeza sobre mi débil humanidad. Miré esos ojos angelicales, casi traslúcidos, tan llenos de azul y de pureza que me hacian querer invocar plegarias. Su olor era místico, algo indescriptible, no había con qué comparar el aroma tan divino y celestial que provenía de su piel, quizás sólo con el sabor exquisito del Maná que alimentó al pueblo escogido. 

Mis manos temblorosas acariciaron la delicada piel. Cada vez que se entrelazaban mis dedos con su pelaje, sentía que se expandía mi corazón en un éxtasis olímpico. Nunca rocé su cuerno, pues sentía que eso causaría una gran afrenta. Aunque balbuceaba palabras, el recuerdo es tan etéreo que perdí su significado al juntarla con mis emociones. 

Cuando miré al horizonte vi a Madonna, estaba filmando un video para su último éxito musical. Me sorprendió que no se había inmutado por la presencia del Unicornio, que luego descubrí, era de sexo femenino. Estaba casi ofendido porque no había resuelto siquiera aprovecharla para hacer algunas mejoras a su filmación. La miré fijamente mientras acariciaba el suave pelaje de la dama cornuda. Madonna vestía una malla color negra, con medias pantys del mismo tono y se mostraba muy activa y flexible. En la distancia distinguí su dentadura, los cabellos dorados y la piel blanquecina. De pronto, se acercó hasta mi, me sonrío y hablandome en perfecto Español, me preguntó como estaba y cómo me sentía, era raro que la Diva del Pop, contrario a esa imagen frívola y lejana que se tiene de las estrellas de la música, se dirigiera a mi, como cualquier vecino de comunidad. 

Su humildad me llevó a pedirle que se tomara una foto conmigo, a lo cual ella sonriendo me dijo: Si es bueno para ti, cuenta con ello. Luego se alejó y continuó bailando para su video. La Unicornio, que nunca dejó de estar recostada sobre mi pecho, de pronto se desvaneció en el suelo, comencé a gritar desesperandamente pero ya nadie me escuchaba, había quedado aislado entre las nubes, cuando miré el cuerpo equino, había cambiado de color, ahora su piel era marrón, con un pelaje negro. Gritaba ella, pues estaba dando a luz y temía morir, me sentí impotente, aterrorizado. 

La dama cornuda siguió gimiendo, sabía que sino la ayudaba moriría la cría. Me acerqué hasta su entrepierna y lo ví, primero había salido un liquido amarillento, y después, casi en un abrir y cerrar de ojos, había expulsado de su ser a un pequeño topo. Nació sin vida. Lo observé estupefacto, se veía indefenso, con sus garras encogidas y los ojos sin abrir. Sentí miedo, no entendía por qué el último unicornio había dado a luz un topo. 

¿Quién la había dejado encinta?

África

Suena en el silencio,
más a menudo se siente,
son aquellas palabras que han dejado los seres,
y trascienden entre los chasquidos del fuego.

Siente... es la voz del agua que acaricia el alma,
Escucha el silbato del viento,
ÁFRICA!!! resuena entre mis ancestros.

Los Muertos no están muertos,
aún cuando la maleza suspira
y las hojas sollozan,
ÁFRICA!!! son mis ancestros,
y es la sombra que se alumbra,
la pasión que se espesa.

Miro en la arena, en la palma y en la montaña
voy entendiendo, que los muertos no están bajo la tierra
están dentro de ti,
de la raíz del árbol que da vida,
del trueno que ensordece
del rayo que ciega,
de la luz que oprime
en las multitudes,
en el silencio.

Esta es la voz del viento,
el soplo del ÁFRICA mía,
de mis ancestros muertos
que siguen en pie,
aún no desvanecidos
mi vida es ÁFRICA y no se han ido.

No están Muertos!
Están en la mirada del cazador furtivo
del cascabel que llama,
del verde del bosque
dentro de ti,
dentro de mi,
Son mis ancestros!

África es mi vida,
y en la madera que gime,
en las letras que esbozo,
en la hierba que llora,
en la piedra que golpea, siempre estarás tu.