Milonga de Amor.

A Marcelo, a quien abrazado al Mar le llegó el amanecer 


Danzaba la baraja al isócrono ritmo de la guitarra. De rodillas imploraba la mujer, blasfemando promesas, anhelando esperanzas. ¡Ay romanó!, ¿Dónde se han ido todos? ¡Ay de mí, de mis tristezas, van y vienen!, no hacen más que devorarme. Jauría de lágrimas que no estallan en ningún pecho y en ninguna mano. Soledad maldita.

Caminaba sola, vestida nada más que con su belleza, tiritaban sus piernas de frío. Miraba con desdén las velas de los barcos que se izaban en el puerto. Manos trenzadas al viento para que no dolieran las heridas, esas que dejó abiertas el tiempo. Sangre derramada, calvario adherido a la piel, clavo robado. Noche larga, luna oscura y sagrada, luna de deseos, de pena y cordero.

La razón se fue perdiendo, tintineaba el recuerdo y la cordura se hizo silencio. Pensamientos sacrílegos se anidaron en el alma. Se fue con la penumbra, río abajo, abrazada por el Delta, partió en búsqueda de sus besos, ahogando los suspiros, naufragando sin su aliento. ¡Gitana soy!, Caminito de Penumbras, ¡Ay  romanó!, ¿Dónde se han ido todos?. Entre brazadas y jadeos, reavivaba la añoranza de ver al Fueguino, anhelando que el viento devolviera a sus aguas aquella Goleta, en cuyos mástiles, se perdía la mirada de su hombre. Montón de fuego, diluvio de espinas, sonrisas fingidas.   

Marcelo, casi desnudo, saltó al mar, enamorado del caurí. Embestido por centinelas marinos se olvidó de las fronteras, se castigó a sí mismo, cerró sus ojos y se fue a dormir. Las estrellas y luceros fueron los testigos, su cuerpo, envuelto en espirales de místico curso, se transformó en luz radiante y en tiniebla oscura. 

El Fueguino, con su piel aterciopelada y pies tejidos por el hilo de la marea, llegó al Puerto y fue como un centellazo. Pañuelos de colores anunciaron su bienvenida. La brisa lo hacía viajar al ras del suelo, tras él, una hembra morena, con pollera de perlas negras, corría para alcanzarlo. Mi amor oculto, mi brillante y preciosa libertad. Amor de carne y sal.

Un Réquiem de "no me sueltes", se escuchó en su interior. Sucedió, entre algas y coral, hubo la comunión, sin poemas ni juramentos. Ella era el cielo, él era tierra. La vida escondida que vibra en cada átomo. Luz perpetua, me has dado todo y todo me lo has quitado. Florecieron, entre el arrecife, los desvelos de la lujuria, vistiendo de madre perla el corazón necesitado de fe. 

Andando por la vida, Caminito de Penumbras se colaba entre las tabernas para robarse al Fueguino. Marcelo le hablaba por horas. Ella, hechizada de placer, alzaba el ancla de la esclavitud, mezcla de valor y honor. Vestido adornado de cayenas, canto de tonadas prohibidas, luna nueva, luna eterna. 

Antes del todo, era más fácil encontrarse. Pero no eran tiempos en los que la piel necesitaba a la piel, el hombre amaba más a la Patria que a una mujer. En aquellos días remotos, tu y yo vivíamos cerca. Luego, amaneció. La magia se fue cerrando, en círculos donde nadie va y nadie viene. 

Besó su vientre y se fue, camino a la eternidad, que lo esperaba tiernamente. Sucedió en el pasado, la serpiente de ojos turquesa dominó el palacio de cristal. La gitana Intentó ahogar la ansiedad entre conjuros, pero las Barajas ya no predecían el futuro, se quedaron frías en sus manos.Se acostó en la arena, aún llorando, le sorprendió la luna negra, percibió su aroma y escucho su voz, a lo lejos, en medio del lóbrego suspiro de la anaconda que perseguía al burlón demonio que tranza almas a cambio de favores. 

Al verse arropado por el firmamento, Marcelo se hundió de nuevo en el agua. Abrazado al Mar, le llegó el amanecer. Con el pasado repleto de algas de cristal, volvieron a reencontrarse. Neptuno los vistió de nácar, uniéndolos para siempre. El Fueguino se convirtió en río, protegiendo a la Gitana que se transformó en sirena. En su canto, se repetía sin parar, ¡Ay  romanó!, ¿Dónde se han ido todos?.    

África

Suena en el silencio,
más a menudo se siente,
son aquellas palabras que han dejado los seres,
y trascienden entre los chasquidos del fuego.

Siente... es la voz del agua que acaricia el alma,
Escucha el silbato del viento,
ÁFRICA!!! resuena entre mis ancestros.

Los Muertos no están muertos,
aún cuando la maleza suspira
y las hojas sollozan,
ÁFRICA!!! son mis ancestros,
y es la sombra que se alumbra,
la pasión que se espesa.

Miro en la arena, en la palma y en la montaña
voy entendiendo, que los muertos no están bajo la tierra
están dentro de ti,
de la raíz del árbol que da vida,
del trueno que ensordece
del rayo que ciega,
de la luz que oprime
en las multitudes,
en el silencio.

Esta es la voz del viento,
el soplo del ÁFRICA mía,
de mis ancestros muertos
que siguen en pie,
aún no desvanecidos
mi vida es ÁFRICA y no se han ido.

No están Muertos!
Están en la mirada del cazador furtivo
del cascabel que llama,
del verde del bosque
dentro de ti,
dentro de mi,
Son mis ancestros!

África es mi vida,
y en la madera que gime,
en las letras que esbozo,
en la hierba que llora,
en la piedra que golpea, siempre estarás tu.